El falso Belén del Cabildo de Gran Canaria




Escrito presentado el 11 de Diciembre de 2017 con Nº de Registro de entrada: 90880:


CABILDO DE GRAN CANARIA

PRESIDENCIA
35003 Las Palmas de Gran Canaria


ASUNTO: EL FALSO BELÉN REALIZADO POR EL CABILDO ES OTRA NUEVA OFENSA DE ESTA INSTITUCIÓN CONTRA LOS CRISTIANOS Y GENTES DE BIEN DE ESTA ISLA.


Las Palmas de Gran Canaria, 11 Diciembre de 2017


Att. Sr. D. Antonio Morales:


No me extenderé mucho con el presente escrito pues usted ha dado muestras más que suficientes –y para sorpresa mía- de no merecerlo. Pero sí quiero decirle que tras observar cómo ha sido utilizado reiteradamente el nuevo escaparate del Cabildo para diversos despropósitos vergonzantes, muchos de ellos relacionados con el sexo y la perversión o para posicionarnos en contra del pueblo israelí o incluso para propósitos aparentemente nobles como una de sus últimas campañas contra la violencia de género, lo cual, en principio, está muy bien –aunque subliminalmente la campaña era otra puerta abierta a la ideología de género- y olvidó (tanto el Cabildo como otros organismos públicos canarios) mencionar que se estima que el 70% de las denuncias son falsas, hechas por despecho y para cobrar una renta. Tras esto, nos deleita usted con un falso belén.

Un belén donde ya no figuran –este año- los Reyes Magos ni Jesús, ni María, ni José en un pesebre, sino una burda simulación de una pareja con un niño, no es un belén. Es otra nueva ofensa por su parte hacia Dios, los cristianos y hacia los canarios. Para hacer esto y para ofendernos, mejor no haber puesto nada ¿no le parece?

No sé hasta qué punto se da cuenta usted de lo que está haciendo –al margen de financiar con fondos públicos a un colectivo LGTB- cuyas políticas –según la OMS y como ya le he comentado anteriormente- obedecen –como muchos ya sabíamos- a desequilibrios psicológicos. Lo más grave, es que no se han limitado a su propio desvío y perversión sino que han ido a inculcárselo a los niños y adolescentes, para confundirlos desde edades tempranas; y esto, es lo que usted como presidente de esta institución, está financiando.

En cualquier caso, se de cuenta usted o no, todas sus políticas tienen un denominador común: atentan contra los Mandamientos y las Leyes de Dios; consciente o no de ello, se ha erigido usted en un evidente instrumento del mal. Pero no se preocupe, pues como sabe “el mayor logro del demonio ha sido hacer creer que no existía”; y bajo esta falsa premisa, se mueve una parte de la sociedad actual mutilada espiritualmente; y a ello, han contribuido desde sus cargos públicos, personas como usted. Es más, es tanta la ignorancia espiritual que bien o creen que no existe otra vida después de esta o que esa otra vida será –no la que tenga que ser- sino acorde a sus creencias; como si fuera “a la carta”.

Para concluir, yo sí le quiero hacer un regalo en esta navidades –si todavía se puede llamar así, pues creo que ahora las llaman “fiestas de invierno”-. Mi regalo es un interesante y verídico texto titulado “El infierno de Sor Josefa”. Así se puede ir haciendo una idea de lo que le deparará el fruto de sus acciones.


Reciba un cordial saludo. 
 
Marcial Franco Bueno.
42.860.486-D


ANEXO AL ESCRITO:




EL INFIERNO DE SOR JOSEFA MENÉNDEZ:

Jesucristo se le apareció a menudo durante los años 1921-22 y 23 a la hermana Josefa Menéndez, una monja de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús. Sus Memorias están publicadas en un libro de más de 500 páginas titulado: el Camino del Amor Divino.

En este Libro se explica el empeño de Jesús en salvar nuestras almas. En la vida de Sor Josefa tuvo lugar un fenómeno muy raro en la vida de los santos: conocer en carne propia los sufrimientos del infierno. Dios permitió al diablo que la bajase hasta el infierno.

Allá, pasa largas horas, algunas veces una noche entera, en una indescriptible agonía. A pesar de que fue llevada al infierno más de un centenar de veces, a ella le parece que cada vez es la primera, y cada una le semeja tan larga como una eternidad. Soporta todas las torturas del infierno, con una sola excepción: el odio a Dios.

A pesar de todo, cuando tras una larga espera vuelve a la vida, destrozada y agotada, con su cuerpo agonizante por el dolor, ella no se fija en el sufrimiento, por muy severo que sea, si con ello consigue salvar un alma de aquella espeluznante caverna de tormentos. A medida que empieza a respirar mejor, su corazón estalla de alegría al saber que aún puede amar al Señor.

Sor Josefa escribe con gran reticencia sobre el tema del infierno. Ella lo hizo solamente para conformar los benditos deseos de Nuestro Señor.

Nuestra Señora le dijo el 25 de octubre de 1922: "Todo lo que Jesús te da a ver y a sufrir de los tormentos del infierno es para que puedas hacerlos conocer al mundo. Por lo tanto, olvídate enteramente de ti misma, y piensa en la gloria de la salvación de las almas."

Ella repetidamente testifica sobre el mayor tormento del infierno: Una de estas almas condenadas gritó con desesperación: "Esta es mi tortura... que deseo amar, y no puedo hacerlo; no hay nada que salga de mi excepto odio y desesperación. Si uno de nosotros pudiese hacer tanto como un simple acto de amor... esto ya no sería el infierno, pero no podemos”.

"Algunos gimen a causa del fuego que quema sus manos. Quizás ellos eran ladrones, porque dicen: "¿Donde está nuestro botín ahora?... Malditas manos... ¿Por qué deseé poseer lo que no era mío... y que en cualquier caso, sólo podría haber poseído por unos pocos días?"

Otros maldicen sus lenguas, sus ojos... cualquier miembro que fuese la ocasión con la que pecaron... "¡Ahora, oh cuerpo, estás pagando el precio de los placeres con que te regalaste a ti mismo!... ¡¡¡Y todo ello lo hiciste por tu propia y libre voluntad...!!!." (2 de abril 1922)

"Me pareció que la mayoría se acusaba a sí mismos de pecados de impureza, de robo, de comercio fraudulento; y la mayor parte de los condenados están en el infierno por estos pecados." (6 de Abril de 1922).

"Algunos acusan a otras personas, otros a las circunstancias, y todos maldicen las ocasiones de su condenación." (Septiembre de 1922).

"Vi a mucha gente del mundo terrenal caer dentro del infierno, y ahora las palabras no pueden describir ni por asomo sus horribles y espantosos gritos: 'Condenado para siempre... Yo me engañaba a mi mismo... Estoy perdido... ESTOY AQUÍ PARA SIEMPRE JAMÁS."

"Hoy vi un vasto número de gente caer dentro del ardiente abismo... Parecían unos vividores acostumbrados a los placeres del mundo, y un demonio gritó con estruendo: "El mundo está maduro para mí... Yo sé que la mejor manera de conseguir el control de las almas es acrecentar su deseo por la diversión y el disfrute de los placeres... "Y sobre todo nada de humildad para mí, sino que déjame disfrutar a mis anchas...". Esta clase de palabras asegura mi victoria... y ellos mismos se lanzan en multitudes al fondo del infierno"." (4 de octubre de 1922)

"Hoy", escribe Josefa, "no bajé al infierno, sino que fui transportada a un lugar donde todo estaba oscuro, pero en el centro había un enorme y espantoso fuego rojo. Me dejaron inmóvil y no podía hacer ni el más mínimo movimiento.

Alrededor de mí había siete u ocho personas, sus cuerpos negros estaban desnudos, y yo podía verlos sólo por los reflejos del fuego.

Estaban sentados y hablaban. Un diablo dijo a otro: "Tenemos que ser muy cuidadosos para que no nos perciban. Podríamos ser fácilmente descubiertos". El diablo respondió: "Insinuaos procurando que el descuido y la negligencia se apoderen de ellos, pero manteniéndoos en la sombra, para que no os descubran... gradualmente, ellos se volverán más y más descuidados, indiferentes al bien y al mal, sin ningún tipo de compasión ni amor, y vosotros seréis capaces de inclinarlos hacia el mal. Tentad a estos otros con la ambición, con el amor por sí mismos, que no busquen nada más que su propio interés, CON ADQUIRIR RIQUEZAS SIN TRABAJAR... de forma legal o no. Excitad a aquellos otros hacia la sensualidad y el amor al placer. Dejad que el vicio los ciegue"."(Aquí usaron palabras obscenas)

"Y con el resto... explorad sus corazones... así conoceréis sus inclinaciones... haced que amen apasionadamente... Actuad sin ningún escrúpulo... no descanséis... no tengáis piedad... El mundo debe ir hacia la condenación... y que las almas no se me escapen.

¡Dejad que ellos mismos se junten en sus comidas! Eso lo pondrá todo más fácil para nosotros. Dejadlos que vayan a sus banquetes. El amor al placer es la puerta por la que vosotros os apoderaréis de ellos... Y esas almas ya no serán capaces de escapar de mí".

Añadió cosas tan horribles que nunca podrían ser escritas ni dichas. Luego, como sumergidos en un remolino de humo, se desvanecieron. (3 de febrero de 1923) El demonio gritaba rabiosamente por un alma que se le escapaba:

"Llenad su alma de miedo, llevadla a la desesperación. ¡Si ella pone su confianza en la misericordia de ese... (aquí usó palabras blasfemas contra Nuestro Señor). todo estará perdido! Pero no; llévala a la desesperación, no la dejéis ni por un instante, por encima de todo, haced que se desespere..."

Entre otras cosas, decía: "¿Es posible que tales enclenques criaturas tengan más poder que yo, que soy tan poderoso?... Debo enmascarar mi presencia, trabajar en la sombra, cualquier esquina será buena para tentarlos... susurrando a un oído... en las hojas de un libro... debajo de una cama... Algunas almas no me prestan atención, pero hablaré y hablaré, y a fuerza de hablar, alguna palabra quedará... ¡Sí, debo ocultarme en lugares en los que no pueda ser descubierto!" (7, 8 febrero de 1923)

Josefa, en su retorno desde el infierno, notó lo siguiente:

"Vi varias almas caer dentro del infierno, y entre ellas estaba una niña de quince años, maldiciendo a sus padres por no haberle hablado del temor de Dios ni por haberla avisado de que existía un lugar como el infierno. Su vida fue muy corta, decía ella, pero llena de pecado, porque ella le concedió hasta el límite todo lo que su cuerpo y sus pasiones le pedían en el camino de su autosatisfacción".

"Los ruidos de confusión y blasfemias no cesan ni por un sólo instante. Un nauseabundo olor asfixia y corrompe todo; es como el quemarse de la carne putrefacta, mezclado con alquitrán y azufre... una mezcla a la que nada en la Tierra puede ser comparable". (4 de septiembre de 1922).

"La noche del miércoles al jueves 16 de marzo, serían las diez, empecé a sentir como los días anteriores ese ruido tan tremendo de cadenas y gritos.

En seguida me levanté, me vestí y me puse en el suelo de rodillas. Estaba llena de miedo. El ruido seguía; salí del dormitorio sin saber a dónde ir ni qué hacer. Entré un momento en la celda de Nuestra Beata Madre... Después volví al dormitorio y siempre el mismo ruido. Sería algo más de las doce cuando de repente vi delante de mí al demonio que decía: "atadle los pies... atadle las manos".

Perdí conocimiento de dónde estaba y sentí que me ataban fuertemente, que tiraban de mí, arrastrándome. Otras voces decían: "No son los pies los que hay que atarle... es el corazón". Y el diablo contestó; ese no es mío. Me parece que me arrastraron por un camino muy largo.

Empecé a oír muchos gritos, y en seguida me encontré en un pasillo muy estrecho. En la pared hay como unos nichos, de donde sale mucho humo pero sin llama, y muy mal olor. Yo no puedo decir lo que se oye, toda clase de blasfemias y de palabras impuras y terribles. Unos maldicen su cuerpo... otros maldicen a su padre o madre... otros se reprochan a ellos mismos el no haber aprovechado tal ocasión o tal luz para abandonar el pecado. En fin, es una confusión tremenda de gritos de rabia y desesperación.

Pasé por un pasillo que no tenía fin, y luego, dándome un golpe en el estómago, que me hizo como doblarme y encogerme, me metieron en uno de aquellos nichos, donde parecía que me apretaban con planchas encendidas y como que me pasaban agujas muy gordas por el cuerpo, que me abrasaban. En frente de mí y cerca, tenía almas que me maldecían y blasfemaban. Es lo que más me hizo sufrir... pero lo que no tiene comparación con ningún tormento es la angustia que siente el alma, viéndose apartada de Dios.

"Me pareció que pasé muchos años en este infierno, aunque sólo fueron seis o siete horas... Luego sentí que tiraban otra vez de mí, y después de ponerme en un sitio muy oscuro, el demonio, dándome como una patada me dejó libre".

Veo con mucha claridad que todo lo del mundo no es nada en comparación con el dolor del alma que no puede amar, porque allí no se respira más que odio y deseo de la perdición de las almas".(...) "Cuando entro en el infierno, oigo como unos gritos de rabia y de alegría, porque hay un alma más que participa de sus tormentos.

No me acuerdo entonces de haber estado allí otras veces, sino que me parece que es la primera vez. También creo que ha de ser para toda la eternidad y eso me hace sufrir mucho, porque recuerdo que conocía y amaba a Dios, que estaba en la Religión, que me ha concedido muchas gracias y muchos medios para salvarme... ¿Qué he hecho para perder tanto bien...? ¿Cómo he sido tan ciega...? ¡Y ya no hay remedio...! También me acuerdo de mis Comuniones, de que era novicia, pero lo que más me atormenta es que amaba a Nuestro Señor muchísimo... Lo conocía y era todo mi tesoro... No vivía sino para Él... ¿Cómo ahora podré vivir sin Él...? Sin amarlo.., oyendo siempre estas blasfemias y este odio... siento que el alma se oprime y se ahoga... Yo no sé explicarlo bien porque es imposible".

Más de una vez presencié la lucha encarnizada del demonio para arrebatar a la misericordia divina tal o cual alma que ya creía suya. Entonces los padecimientos de Josefa entran, a lo que parece, en los planes de Dios, como rescate de estas pobres almas, que le deberán la última y definitiva victoria, en el instante de la muerte.

El olor que hay tan malo, no se puede respirar, pero todo esto no es nada en comparación del alma, que conociendo la bondad de Dios, se ve obligada a odiarle y, sobre todo, si le ha conocido y amado, sufre mucho más...".

Josefa despedía este hedor intolerable siempre que volvía de una de sus visitas al infierno o cuando la arrebataba y atormentaba el demonio: olor de azufre, de carnes podridas y quemadas que, según fidedignos testigos, se percibía sensiblemente durante un cuarto de hora y a veces media hora; Y cuya desagradable impresión conservaba ella misma mucho más tiempo todavía.

"Oí a un demonio, del cual había escapado un alma, forzado a confesar su impotencia. 'Desconcertante... ¿cómo pueden hacer para que se me escapen tantas? Eran mías' (y enumeró sus pecados)... 'Trabajé muy duramente, y aún así se escaparon entre mis dedos... Alguien debe estar sufriendo y reparando por ellos.”

"La meditación del día fue sobre el Juicio Particular de las almas religiosas. Yo no podía liberar mi mente de este pensamiento, a pesar de la opresión que sentía. De pronto, me sentí rodeada y oprimida por un gran peso, de tal forma que en un instante, vi más claramente que nunca antes lo maravillosa que es la santidad de Dios y Su aborrecimiento del pecado.

"Vi en un instante mi vida entera, desde mi primera confesión hasta este día. Todo me fue vívidamente presentado: mis pecados, las gracias que recibí, el día que entré en religión, mis vestidos de novicia, mis primeros votos, mis lecturas espirituales, mis tiempos de oración, los avisos que me fueron dados, y todas las ayudas de la vida religiosa. Imposible describir la confusión y la vergüenza que una alma siente en ese momento, cuando se da cuenta: 'todo está perdido, y estoy condenada para siempre.'"

Como en sus anteriores descensos al infierno, sor Josefa nunca se acusaba a sí misma de ningún pecado específico que pudiera haberla conducido a tal calamidad. Nuestro Señor había proyectado únicamente que ella sintiera las consecuencias, si hubiera merecido tal castigo. Sor Josefa escribió: "Instantáneamente, me encontré a mí misma en el infierno, pero no arrastrada allí como antes. El alma se precipita allí ella misma, como si fuera para esconderse de Dios y así ser libre de odiarlo y maldecirlo.

"Mi alma se precipitó en las profundidades abismales, cuyo fondo no puede ser visto, porque es inmenso... al mismo tiempo que oí a otras almas riéndose y alegrándose de verme compartir sus tormentos. Fue martirio suficiente oír las terribles imprecaciones provenientes de todas partes, pero que no puede ser comparado con la sed de lanzar maldiciones que se apodera de las almas, y cuanto más se maldice, más se desea maldecir y más aumenta esta sed.

"Vi el infierno como siempre antes, los largos corredores oscuros, las cavidades, las llamas... Oí las mismas blasfemias e imprecaciones, porque - y de esto he escrito ya antes - a pesar de que no eran visibles formas corporales, los tormentos se sentían como si estuvieran presentes, y las almas se reconocen las unas a las otras. Una dijo: 'Hola, ¿tú por aquí? ¿Y estás tú como nosotros?

Un sacerdote decía: "trago veneno porque usé dinero que no era mío... el dinero que me daban por las misas que no ofrecí".

Otro decía que había pertenecido a una sociedad secreta que había traicionado a la Iglesia y a la religión. Y que había sido sobornado para cometer toda clase de terribles profanaciones y sacrilegios.

Y otro más decía que había sido condenado por asistir a diversiones obscenas, tras las cuales no debería haber celebrado la Misa... y que él había pasado unos siete años así.